lunes, 31 de agosto de 2009

La chica gomaespuma

Por 3 años consecutivos, el magazine había publicado una y otra vez el mismo rostro, las mismas pestañas, la misma mirada.

Había ganado el concurso de la chica del año, que incluía verdaderos lujos:

“Mañana mismo la enviaremos a Las Bahamas para un bronceado natural…

La chica del año merece al chico del año, si lo solicita, esta misma noche lo tendrá allí…

La cámara de oxígeno está a su completa disponibilidad, mademoiselle.”

Sin embargo el contrato lo colocaba expresamente: un año entero. No dos, ni tres.

-¿Me has entendido? ¡No dos ni tres! Esta tonta ha debido estar de regreso a su pobre anonimato hace 2 años y nosotros seguimos repitiendo su estúpida sonrisita sin gracia, porque el señor Burdermail ¿quiere verla al desayunar? Despotricaba la editora.

El señor Burdermail era el dueño de la corporación. En los tempranos 70, le llamaban el cazador, por su excelente y astuto olfato para pillar las mejores noticias y publicarlas antes que nadie. Pero ahora el señor Burdermail, de cazador sólo tenía el espantoso color marrón de sus calcetines.

Y ya no tenía mucha idea del negocio. Sólo se comunicaba con sus empleados para pedir una misma cosa.

-Sí, si, muy bien esa portada...

¡Claro! ese escándalo va muy bien allí…

Pero recordad ... ¡la página central!

De una manera necia e incomprensible, el jefe había impuesto mantener la exposición de la “chica del año” en el mismo lugar. La misma foto además. Un caso que había provocado en los lectores burlas, críticas, y finalmente ninguna reacción. Ya formaba parte de la revista como un anuncio publicitario más.

-¡Ya basta! replicó la editora. Tengo una idea que nos hará sacarle provecho a esta situación. Vamos a entrevistar a la esposa de Burdermail. ¡Seguro tiene algo que decir acerca de esta mujer! Consíganme esa exclusiva. ¡Den con ella sin pedir permiso! ¡Es una orden!

El equipo obedeció abordando la Mansión Burdermail.

Llamaron al timbre insistentemente. Nadie respondió.

Entraron a la fuerza.

Una sirviente corrió a esconderse, Así igual con 3 sirvientes más

Registraron todo y finalmente la encontraron.

Encerrada en la bodega, la señora Burdermail tenía manos, pies, y boca amordazadas. Ojos de pánico.

-¡Estoy bien! No hagan nada ¡Dejadla donde está! ¡Dejadla en la central! gritó desesperada.

Alarma.

Oliendo que pudiese haber alguna historia podrida que contar, el equipo llevó el asunto a otro nivel.

El FBI intervino, a la chica del año. Sus teléfonos, su casa, su familia, sus pocos amigos. Y todos rogaban lo mismo:

“¡Seguid por favor! ¡Dejadla en la Central!”

Una ola de incertidumbre y pánico se propagó en el equipo. La chica del año no tenía ninguna grieta. Era como su sonrisa en la foto. De mentira. Ahora de miedo.

¿Quién es esta mujer?

¡No es una mujer!

Pertenecía al comando sub-terrestre Gomaespuma.

Un anexo ultratumba de los Ula ili, mitad topos, mitad humanos, quienes habían utilizado la misteriosa foto, desde hace 3 años con un propósito específico.

“Solo queremos una cosa” ... expresaron los Ula Ili, al ser descubiertos por el FBI, después de excavar y excavar para dar con el origen de un extraño cable hallado en la Mansión Burdermail.

-Necesitamos todos sus recuerdos. ¡Nosotros somos sus recuerdos! Nos alimentamos de la precaria memoria humana, por eso lo hacemos de esta forma. Mientras las personas miran la foto, piensan en sí mismos. En la maravillosa sesión de sexo el día anterior, o en lo que les hubiese gustado despedirse de su abuela antes de morir, o en lo tanto que les gustaba engullir carne asada los domingos."

-Así que ¡Dejadla! Dejadla en la central, y no sucederá nada. Todos permaneceremos en paz.

Retirada inmediata.

El FBI quemó los archivos. Taparon el hueco y colocaron el cable en su mismo lugar.

La señora Burdermail pidió ser amordazada de nuevo, insistiendo que su vida había mejorado desde entonces. Lo cual tenía sentido, comparando la imperturbable tranquilidad que disfrutaba ahora, con la hipócrita pose de señora Burdermail.

Y el equipo renunció. Los 4 empleados involucrados dejaron la redacción de inmediato. Sólo atisbaron a decir a su editora antes de marcharse:

“¡Dejadla en la central por favor!”

Otro año más tarde, un chico va al sanitario con el magazine en la mano. Lo abre… en la página central. Resignado por sólo tener un rostro, comienza su ritual masturbatorio.

Sin pensar en nada,

sin inspirarse en nadie,

sin recordar…

Cortocircuito.

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