miércoles, 13 de febrero de 2013
Creamos, invertimos y ganamos todos… ¿Será posible?
domingo, 27 de mayo de 2012
Flo6x8
martes, 13 de septiembre de 2011
666 pelos
Todos tenemos millones de pelos repartidos por todo el cuerpo, que entre otras cosas, no hacen más que recordarnos consciente o inconscientemente, la bestia que llevamos dentro. Una bestia peluda, un diablo escondido, un animal salvaje.
miércoles, 27 de julio de 2011
Todos somos Anders Behring Breivik
El caso es que, una persona desconsiderada había dejado la lata, y luego otra persona en protesta a aquel acto, responde de la misma manera o peor? tirándola a la calle?... jejejeje me dio risa en ese momento, y en mi mente pensando: es que todos somos iguales.
Ahora este señor noruego (o señores, porque la verdad es que es casi imposible de creer que pudiese cargarse él sólo tanta gente), protesta contra un sistema opresor como es el islam con el mismo odio, con las mismas ganas de ser ultra algo, ultra derechas, ultra diferentes, ultra únicos, ultra tontos?
Creo que la consciencia está en entender que los seguidores del Islam, Anders Behring, la señora de mi edificio, el loco de la esquina, el negro con poder, la pobre mujer abusada, el dalai, el niño que duerme la siesta en la guardería, tu, yo, el facebook entero... somos lo mismo!
Seguimos viéndonos con los focos equivocados, desde lo que nos separa y no desde lo que nos une.
Todos somos santos y diablos al mismo tiempo, es lo que nos hace seres humanos y seres divinos a la misma vez, todos podríamos matar a 90 personas en un ataque de ira e inconsciencia o amar incondicionalmente a una sola persona y con ello amar y respetar a la humanidad entera.
El mundo muestra su mierdecilla, por aquí por allá, en Europa, en América, en Asia, en África, en todas las latitudes, y todavía nos preguntamos... qué está pasando?
Pues eso... digo yo... que todos somos lo mismo, y apenas acabamos de entenderlo.
Lo fantástico es que así de iguales somos para construir... y el mundo también está mostrando esa maravilla, sólo que por ahora esas noticias no aparecen en los titulares.
Es mi pequeña reflexión, no sé... digo yo....
(y saludos a la vecina, a quien por cierto le sigo dando los buenos días)
miércoles, 21 de abril de 2010
Posibles señales de que el mundo no se acabará en el 2012
domingo, 22 de noviembre de 2009
Ciro
En su cuenta bancaria hay 680 mil euros. Allí están, sin que al parecer hiciese nada por merecerlos.
—¡Lo hizo! ¡Pero qué cabrón!— Grita tomando rápidamente las llaves del coche y apurando su paso.
Ojos miel, cabello rubio, alto y bastante delgado. Luciendo un poco andrógino, Gabriel lleva esos pantalones oscuros super ceñidos a sus piernas. Abre la puerta del Mercedes gris y hace una carrera para llegar lo más rápido posible a casa de Ciro. El llavero de la Torre Eiffel, regalo de su novio actual, brincotea colgado en el espejo retrovisor.
Un año atrás, Ciro le ofreció este coche como parte de pago del piso donde vivía. Así se conocieron. Así, Gabriel conoció a Ciro.
Pequeño, ojos saltones detrás de las gafas, cabello rizo y graso, tartamudo y siempre trajeado con la ropa gris, blanca y marrón que le quedó de su padre. Un tipo extraño, siempre oliendo a café y Brandy. Maniaco-depresivo. Un loco.
Con 42 Años, había pasado la mitad de su vida, comprando y vendiendo casas compulsivamente. Armando un tesoro. Con el único propósito de aumentar la envidia y recelo de su familia, que lo abandonó por parecer “extra-terrestre”.
“Yo soy muy listo jejeje, a a a a mi nadie me quita mi mi mi dinero. ¡Primero me muero! Y si me muero ¿quiqui quién les va a pagar eso que me están pi pidiendo? Te lo dejo todo y los dejo titi tiesos”. Esas fueron las palabras de Ciro un día cualquiera hacía ya 6 meses. Ahora resonaban en la cabeza de Gabriel, quien nunca imaginó que se atrevería. Le producía compasión y curiosidad. Sabía que era un personaje de cuidado, por eso cortó la extraña relación que tenían, después de recibir ochenta llamadas suyas en menos de una semana. Ciro también se decantaba por los chicos y Gabriel, además de guapo era joven, lo cual aumentaba su frenesí.
“Me qui qui quitaré la vida como lo hacen con con los ancianos en los hospitales, poniéndome aire por las ve ve venas. Aire, aire, eso es lo que yo ne necesito. Los dejaré ti ti tiesos ¡Soy muuuy listo te das cuenta!”.
Al llegar, Gabriel notó que Ciro había cumplido su palabra. Listo o no, loco o no, le había dejado ese dinero y 2 propiedades a su nombre. Entre ellas la casa que ahora tenía en sus narices.
—¡Mierda! ¡Mierda!— dice para sus adentros al no obtener respuesta al llamar a la puerta.
Una vecina regordeta quien limpia la acera le confirma los hechos.
—Lo sacaron hace una semana, yo sabía que acabaría mal. Pobre muchacho, tan raro que era. ¿Usted es de la familia?— interroga la doña viéndose en las gafas oscuras de Gabriel.
—No, no, en lo absoluto. ¿Pero sabe usted algo más?—pregunta Gabriel nervioso.
—¡Nada más! ¡Yo no me meto en cosas ajenas! Sólo escuché que están investigando; parece que fue un crimen pasional—dice la vecina bajando el tono de la voz.
jueves, 19 de noviembre de 2009
Charlie
Manchester. 1816.
Charlie está atónita. Tiene la boca semiabierta, los ojos negrísimos mojados y la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda. Su maestro de piano, 20 años mayor, interpreta una improvisación atacando con vigor cada tecla, cada nota. Al terminar, Charlie dispara una declaración.
—Maestro, necesito decirle algo— balbucea Charlie con su voz de once años.
—Soy todo oídos— respondió el maestro, tocando ahora unas suaves notas.
—Lo que sucede es que… es que… es que estoy enamorada… ¡de usted! — dice Charlie tapando rápidamente su rostro con su pequeña mano derecha.
— Jajajajajajajajajajajajajaja — El maestro ríe estruendosamente, sacudiendo el rizo que lleva en la frente.
— Jajajajajajajaja. Pero Charlie… ¡si apenas eres una pequeña señorita!
Manchester. 1916.
— ¡Ey Charlie! — grita el amo desde la cocina con un sobre azul en la mano.
— ¡Guau! — responde Charlie meneando la cola y trotando a su encuentro. Su pelaje gris aceitunado luce brillante, contrastando con sus ojos negrísimos y el collar rojo carmín.
—¡Ha llegado la respuesta! — dice el amo rompiendo el sobre con vigor, mientras se sienta en la escalera. Charlie se echa a su lado inclinando la cabeza ligeramente hacia la izquierda mientras lo escucha.
— “Lo sentimos, pero la edad de su perro sobrepasa los límites para el concurso, sin embargo le felicitamos por tan hermoso ejemplar” — El amo lanza la carta al suelo, y se abalanza sobre Charlie dándole abrazos y besos.
— ¡Piensan que eres un hermoso ejemplar! ¡Has visto! — El amo le acaricia la cabeza, mientras Charlie le atisba lengüetazos en el rizo que lleva en la frente, meneando la cola, ladrando y dando brincos.
Manchester. 2016.
Charlie observa sin parpadear la pantalla de 50 pulgadas, que sólo proyecta ruido gris. Está sentada en el suelo, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda y el rostro maquillado mitad blanco, mitad rojo, resaltando sus ojos negrísimos.
— ¡Charlie contesta! ¡Debemos dar una respuesta ahora mismo! Es simple, te las arreglas con esas pastillas y con un poco de esfuerzo, terminaremos los 4 conciertos! ¡Sólo son 4! ¡Ni que ya tuvieras los 70 años! ¡Vamos, contesta! — se escucha la voz enérgica de su manager en la máquina del teléfono. 10 segundos después Charlie toma el auricular.
— ¡Esta bien! Lo haremos. Pero si vuelvo a verte ese rizo congelado en la frente, te juro que desaparezco — sentencia Charlie cortando comunicación.
— ¡Vaya mierda! ¡Yo echa polvo y la gente todavía paga por ver a una vieja cantando! Piensa en voz alta, mientras rebusca un número en su agenda.
Manchester. 1846
-— jajajajajaja — ríe el maestro mientras la madre de Charlie entra a la habitación.
— ¿Qué ha sido tan gracioso? He escuchado vuestra risa desde lo lejos — pregunta la madre con un entusiasmo falso, jugando con las perlas del collar. Charlie levanta la mirada y la clava sobre el maestro, en un gesto suplicante.
— Eh, jejejeje, mmm — el maestro titubea.
—No soporto los secretos, ¿Charlie qué sucede? — sentencia la madre cambiando el semblante.
— No sucede nada, sólo estábamos, eh, mmm — Charlie baja la cabeza y el maestro responde de un impulso.
— Sólo estábamos riendo porque Charlie dice que se ha enamorado de mi. ¡Qué inventos! Jajajajajajaja — El maestro ríe meneando el rizo de su frente y la madre sacude la cabeza en expresión negativa, colocándose ambas manos en la cadera. Charlie quiere morir.
Manchester. 2016
Saca la maleta más grande de su armario y la tumba sobre la cama. Busca un aparato en su bolso amarillo y lo coloca sobre una mesa, se sienta frente a este y lanza un pequeño discurso aun con el rostro bicolor.
— No me odies, no iba poder de cualquier manera y la mujer que me dobla, no está tan mal eh? ¡Me voy! No sé a dónde, lo único que tengo claro es que finalmente podré retomar mis clases de piano y comprarme un perro, al que le pondré Charlie, por si acaso alguna vez se me olvida cómo me llamo!
— ¡Ya es hora de que este cuerpo descanse! ¡Adiós! ¡Hasta nunca! — Charlie presiona el stop del video.
viernes, 6 de noviembre de 2009
El malo
Hoy el pueblo es una estampa de felicidad. Nadie apostaría que pudiera suceder algo más que celebración. Es un mediodía de otoño, el sol brilla sin reparos. Una manada de pájaros de cola roja sobrevuela la plaza que huele a eucalipto, mientras la orquesta toca una canción de marcha alegre.
Celia disfruta, al igual que los otros habitantes, de las fiestas patronales. Con sus 10 años tiene un carácter explosivo y rebelde, aunque siempre termina obedeciendo a su madre, Carmen, quien ahora se distrae con unos vecinos tomando Vermouth.
- ¡A ver quién trae más castañas! ¡Yo voy por la casa 12, tú por la vereda!- grita Ana a Celia.
- ¡Corriendo que nos pillan! ¡Nos vemos aquí! ¡A que te gano!- responde Celia echando una carrera hacia los prados verdes y húmedos, salpicados de manzanas. Ana se dispara hacia el otro lado, agarrando el ruedo de su vestido de señorita, en un inútil intento porque permanezca celeste.
Tomando la delantera, Celia corre con la bufanda lila volando desde su cuello. Los gastados zapatos negros sortean los charcos de una lluvia del pasado. Su pequeño perro color caramelo, la sigue desde lo lejos saltando con la lengua afuera. El camino no está demarcado, pero lo conocen. Celia recorre la hierva salvaje que le llega a la cintura; libre, pletórica, con los brazos extendidos rozando la naturaleza.
- Agggh! – Celia hace un grito contenido.
Un hombre corpulento, con barba espesa y braga azul, le tapa la boca. La atrapa casi en el aire cargándola a la fuerza. La bufanda lila queda en el suelo. Celia reconoce su rostro, sin comprender.
- Carmen, haremos el curso de setas este año? - pregunta una vecina.
- ¡Si arreglo el coche a tiempo, y la estufa! - responde Carmen, sosteniendo el vaso de plástico amarillo con el vermouth rojo calentándose. Todas ríen y la orquesta entona una canción religiosa: Pum, Pam, Pum, Pam.
El corazón de Celia retumba, pero ella no se mueve, mientras el hombre da pasos decididos y largos, apretándola con sus brazos de leñador. Va mirando hacia adelante con ojos perdidos y respiración veloz.
El perro aparece de entre los matorrales y ladra estrepitosamente.
Ahora Celia entiende que debe escapar. Reacciona dando patadas, forcejeando y gritando hacia adentro.
Ana llega a la casa 12 con las manos llenas de castañas. Emprende el regreso contando sus pasos. 1, 2, 3, 4…
Carmen desvía la mirada hacia el puesto de comida, hacia la iglesia, luego hacia la orquesta, pero no encuentra a Celia.
- ¡Celia! - grita paseándose entre la gente con su vestido azul de terciopelo, el chal crema y la sonrisa de vecina amable.
- ¿Y Celia? ¿No estaba con Ana? - pregunta Carmen ahora seria.
Ana va lentamente por la vereda de la casa 12, absorta en sus pasos y en el reflejo del sol que aparece y desaparece jugando con los árboles. 33, 34, 35…
El perro ladra sin parar. El hombre la sujeta con todas sus fuerzas, ahora tocándola bruscamente entre las piernas, mientras camina como quien quiere llegar lo antes posible a un punto inexistente. Celia siente pavor y se retuerce con más fuerza. 45, 46, 47. Ana se topa con un camión.
-¿Tu qué haces por aquí? ¡Vamos a la Iglesia! Tu madre debe andar buscándote, sube! - le dicta un tono familiar. Ana obedece colocándose junto a un gran saco de pienso.
-¿Has visto a Celia? - Carmen investiga.
-¡Carmen! ¡Mujer! Tómate otro Vermouth. ¡Salud!
Celia da patadas muy violentas. El hombre suelta una mano y la levanta como para pegarle. Ella se aprovecha, le atisba un golpe en el ojo y logra zafarse. Cae al suelo. En milisegundos, un instinto felino la endereza y la empuja a correr en sentido opuesto. Corre como nunca lo ha hecho. Corre sin escuchar nada. Corre sin mirar atrás. Corre sobre los charcos. Corre sin aliento. Corre con lágrimas saliendo espontáneamente. Corre olvidando la cara del malo.
El perro la sigue, pero ella no lo nota. Llegan a la carretera.
-¡Celia! ¡Vamos a la Iglesia, sube!- grita Ana desde el camión.
Celia sube, luego el perro. Se acomodan.
Celia retoma el aliento poco a poco haciendo una promesa de silencio.
martes, 13 de octubre de 2009
El día del Señor
Isabel tiene un secreto. Vive en el entresuelo de un bonito edificio en una calle muy concurrida. Su vecina Carmen siempre trae un cuento a su puerta, sobre todo los domingos que sabe que la atenderá 5 minutos, pues es su día de descanso.
Ese día al despertar, Isabel disfruta de un preparado especial de zanahorias, limón y un toque prohibido de banana, para luego dar un paseo por el parque, donde repasa y ríe a destiempo las historias de Carmen. Más tarde riega las plantas y finalmente recibe a las 9 de la noche la llamada de su hermana que está a 4 mil kilómetros estudiando Geología. Así, el domingo, siempre ha sido el día extraordinario de Isabel, pues de lunes a viernes guarda una rutina bastante estricta: Cama, despertador, ducha, cereal, peinado en cola, bus 57, redacción de 10 cartas, envíos al banco, tortilla de patatas, 3 dictados, 4 llamadas a proveedores, bus 57, sopa de fideos, programa de concursos, ducha, cama.
Sin embargo, la vida de Isabel ya no es tan lerda.
Yo conozco un secreto. Un secreto de Isabel.
Isabel no es asesina, ni ladrona, no no! Tampoco es prostituta, ni se acuesta con su jefe. Pero el secreto de Isabel igual sí se esconde bajo su falda de seda color azul.
El secreto de Isabel, tiene 6 semanas ocurriendo. A las 11 PM, los días domingo.
El secreto de Isabel se llama Ramón. Murió hace 3 décadas de un infarto injustificado, en el mismo entresuelo.
La primera vez que se encontraron, Isabel se quedó dormida con la tele encendida. Ya estaba casi soñando, cuando comenzó a sentirse muy pesada y a escuchar un zumbido muy desagradable, vibrante, irreconocible. Intentó despertarse de golpe y no pudo, se sintió asfixiada, mareada, y de un tirón se levantó del sofá. No comprendió nada, le dio miedo, rezó 2 Padres Nuestros, y volvió a dormitar.
La segunda vez sintió lo mismo, pero le costó mucho más reaccionar a la extraña dopada, y esta vez su cuerpo empezó a calentarse de una forma anormal. Se le puso la piel de gallina y sentía el peso de algo recostado a su espalda. Gritos, mareos, Padres Nuestros, insomnio.
La tercera, fue la vencida. La verdad es que Ramón no quería asustarla, simplemente era burdo, no controlaba su energía rara y etérea, y quería poseer de un sopetón a Isabel. Pero este tercer domingo, lo intentó lentamente. Le hizo sentir cómo se metía debajo de la cobija. Le produjo un calorcito reconfortante en las piernas, y sin dar tiempo a que reaccionara, le practicó un típico pero intenso ritual amatorio.
Isabel era una mujer que había tenido sólo 2 hombres y ningún orgasmo. Una mujer que no había visto nunca su sexo, ni por asomo. Una mujer cuya ropa interior era del mismo color.... por ello ese domingo, el viento, la noche, el sofocón, la tomó desprevenida y sin asfixia, y así pudo entregarse a las manos, el cuerpo y el aliento de un hombre, invisible.
Ahora Isabel se mira al espejo mientras disfruta la comezón, y se va imaginando a un hombre fantástico, que la lleva al paraíso. Es alto, ni guapo ni feo (para no ser demasiado idealista), con una sonrisa de hermano, y unas manos de monstruo noble. Para Isabel, Ramón es un hombre extraordinario. "Debe haber sido hasta buen padre y mejor trabajador", piensa Isabel mientras sube el elevador.
Nada más lejos de verdad. En realidad Ramón, se pasaba de tragos un día por medio, la mayoría del tiempo vivía en la calle pues le gustaba pelearse con su madre. Y hasta estuvo 2 veces en la cárcel.
Pero ahora es diferente. Ahora es otra cosa. Ahora los dos se compensan. Ahora Isabel tiene orgasmos, y Ramón un lindo hogar.
Yo conozco el secreto, porque vivo con ellos.
También morí en este entresuelo hace más tiempo, y mi propósito es lograr que puedan estar juntos para siempre. Me han conmovido de tal forma, que yo también me siento profundamente enamorado e ilusionado. Por eso los tengo que ayudar.
No sé cómo revivir a Ramón, la verdad. Pero sí sé cómo matar a Isabel, sin que lo note, por supuesto. De esta forma, estarán los dos en el mismo plano.
Como detalle simbólico, lo haré el próximo domingo, a las 10:30. Así, al cabo de media hora, a las 11 en punto, podrán amarse sin reparos y para siempre.
Yo también he estado solo. Por eso estoy contento, pues espero a mi chica. Ésa que vendrá al entresuelo… luego de Isabel.
Melancólicos Minúsculos
Esta mujer bajando del taxi con los pasteles en la mano,
Esta otra bajando al metro con el cabello azul, y esta otra mujer bajando la persiana con la mirada perdida...
este perro de raza desconocida que baja la calle sin dueño,
esta risa de niño que cuenta chistes a su madre bajando del bus,
este puesto de frutas, esta campaña contra el sida, esta boda en la puerta del Ayuntamiento...
esta mujer bajando las escaleras de la iglesia con su madre cogida del brazo...
podrían ser mentira.
Yo, bajando las escaleras de casa con el alma confundida...
es lo único real.
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En la punta de la torre,
no hay cielo más alto, más azul ni más brillante que éste.
La brisa congela mis mejillas, hiela mis orejas,
y mis cabellos danzan con ella.
Me siento, no me siento y de pronto una nube en forma de corazón...
No me recuerda a mi media naranja,
tampoco a mi madre, ni a la paz mundial.
No me recuerda al chico que amé,
ni a los que quise haber amado.
No me recuerda al hijo que se esfumó,
ni a la ciudad de luces insomne.
No me recuerda al olor dulce de la flauta mágica,
ni a las manzanas en medio del salón.
Tampoco a la deliciosa melodía,
ni a las pupilas delirantes bajo el muérdago.
No me recuerda a nada parecido.
Mis ojos se nublan de lágrimas espontáneas,
incontenibles,
oceánicas,
pues la nube, la brisa, el cielo, la torre...
me recuerdan a mi.
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viernes, 25 de septiembre de 2009
Sal, quiere morir
Tiene como condición aprovechar lo más que pueda su corta infancia, pues los médicos han sido claros: 7 años con suerte. Y su madre también ha sido clara con él.
Porta una mochila de cuero marrón fabricada en 1935, regalo del señor Tomás, jardinero de su casa. Dentro hay 3 libros, 4 lápices, una mascarilla de boca, un envase hermético con algo de comida, una bolita de plástico con la cara de un coyote y su cantimplora con agua de tilo, para calmar cualquier casi infarto que pueda provocar el contacto con insectos, cielos muy brillantes, caramelos pegajosos y niños sanos.
La escuela es un mal necesario. Su barrio, su localidad, en general su ciudad, es bastante aceptable. Se respira mucha tolerancia, se comparten halagos de manera casual, se busca que el otro esté bien. Sin embargo, a Sal, la compasión lo enferma cada día más.
Hace frío, caen algunas gotas de rocío y el invierno no tarda en llegar, al igual que el autobús. Típica estampa.
-Porqué no te sientas con nosotros? acaso tenemos alguna enfermedad? jajajajaja. - Se ríen los niños del bus ante la extraña y perenne soledad de Sal.
En la escuela, permanece 5 horas de lunes a viernes. En ese tiempo Sal, intenta ser el mejor de la clase de cultura (ha memorizado 235 libros desde que aprendió a leer), concentrarse en la clase de matemáticas, pues siempre lo lleva por un viaje extraño de sueño y melancolía, y en esperar la última clase. La hora más satisfactoria de su momento escolar.
-Sal! hoy espero sorprenderte! ya verás lo que traigo - Le comenta el maestro de la clase de informática. Un hombre muy grande pero un niño al fin al cabo, que comparte sus fanzines de dibujos japoneses con Sal, y le reinterpreta personajes en las servilletas de la cafetería.
El maestro de informática tiene una preocupación. Sal le ha pedido, seriamente... que lo ayude a morir. Que le facilite el camino. Que no se va a arrepentir, porque Sal quiere hacer de su muerte una aventura. Como la de los héroes invencibles que leen los jueves a media tarde.
- Yo puedo encenderme por dentro como Hakui. Se me ha ocurrido que puedo provocarme una fiebre de 50 grados y por supuesto tomar el rojo de su piel! No sería fantástico? Igual ya tengo el día. Usted sólo tiene que prometerme que estará allí.
El maestro no ha podido tomarlo en serio. Le dio su palabra, como Hakui la da a los árboles encantados del cuento japonés. Sonriendo.
Igual ya es el día. A Sal le ha provocado caminar de regreso a casa y se siente contento de que el maestro lo acompañe. No sólo porque podrá cruzar tranquilo la calle 54, donde está el perro más feo del mundo, sino sobre todo porque tienen más rato para conversar.
- Hace mucho tiempo que no conozco a ninguna chica. Ya me gustaría. A ti no?
- No. No sé porqué somos chicas y chicos, eso no lo comprendo. La única chica que he conocido la sacaron de la escuela el año pasado. Ya usted conoce la historia.
- Ya ya, pero no te quedan ganas de volverlo a intentar? En tu clase no hay muchas guapas, pero en la clase de al lado sí que hay!
- Me preocupan otras cosas. A los chicos les gusta mandarles aviones de papel con mensajes asquerosos, y se ponen tontos tirando besos al aire. A mi todo eso me parece una pérdida de tiempo.
- Pero y Hakui y la máquina rosada? ellos se quieren, es bonito cada que vez que Hakui entra por la boca de la máquina y luego conversan hasta el amanecer... es lo mismo. Éso sé que te gustaría intentarlo.
- Por eso hoy me encenderé! Usted es perfecto para ayudarme. Se da cuenta?
- Sal, no me refiero a eso. Pero qué tal si tomamos unos helados en la esquina?
- No puedo. Moriría antes y de manera natural, no tengo suficientes "algo" para resistir el dulce.
- Vale, entonces mejor, sigamos el camino.
Una hora más tarde y 10 manzanas después, Sal y su maestro se detienen en un parque solitario y húmedo. El mismo parque donde los domingos en la tarde, los niños sanos compiten a las carreras.
Sal quiere que el maestro lo espere en el centro del parque con los ojos cerrados. No tiene un plan muy claro pero es lo que su corazón de tamaño anormal le va indicando. Salta apresurado, lo tiene nervioso, el corazón de Sal está agitado.
El maestro le sigue el juego. No tiene ninguna razón para no hacerlo. Realmente el maestro confía más en Sal que en sí mismo. Ha aprendido tantas cosas desde que lo conoció, que no hay manera de que intente sabotear nada que venga de él.
Ojos cerrados, grillos inquietos y hojas anunciando lluvia. Sal se aleja poco a poco. Necesita guardar las fuerzas y el calor para el momento triunfal.
El maestro espera. Sal camina a pasos lentos. La tarde tiene un color azul que Sal puede disfrutar perfectamente con sus ojos transparentes. A pesar de la agitación, es la primera vez que no le sudan las manos después de tanto esfuerzo físico, y la primera vez que logra respirar tan profundo sin toser. Sal está más vivo que nunca. Sal quiere morir más pronto que antes.
Como un avión, Sal llega a un punto de partida. Se detiene y voltea su torso. Ahora está de frente al parque. Vuelve a respirar muy hondo, y mueve la cabeza un poco. Extiende los brazos como alas y abre bien los ojos como focos. Una ardilla lo distrae por un momento, mientras hace unos cálculos mentales.
El maestro ha abierto un ojo. Sólo llega a observar una ardilla que viene de lejos, y unos cuantos arbustos moviéndose con la brisa que ya está fuerte. Ojos cerrados de nuevo, el maestro sin saber porqué comienza a contar en su cabeza. Un, dos, tres , cuatro, cinco...
Sal se afinca en la tierra.
Seis, siete...
Sal toma aire
Ocho, nueve...
Sal se dispara
Diez...
Corre, se cae, se levanta, sigue corriendo, su corazón tiembla
once, doce, trece, catorce...
Las alas o los brazos se mueven arriba y abajo, el avión se calienta por dentro y por fuera.
Quince, dieciséis…
Sal atraviesa el parque, sus ojos se ciegan,
diecisiete, dieciocho...
rebosa a la ardilla, su corazón está al máximo
Diecinueve...
Sal grita, Sal salta... sobre el maestro.
Veinte.
Sal se enciende y su corazón explota.